lunes, 8 de octubre de 2012


Confesiones

Tendría yo la edad en la que se transita de la pubertad a la adolescencia. Mi pobre conocimiento –escolar- de la historia; mis lecturas –un batiburrillo de Kant a Sartre pasando por Marx, Descartes, Rousseau, Gramsci, Hegel y otros-; mi desengaño religioso y mi admiración por los mártires; mi aspiración de justicia universal; mi desafío a la autoridad, todo ello, con sus incongruencias, junto a mi enorme fe en el género humano me llevaron a militar contra la dictadura.
Aún hoy es difícil discernir qué tenía de aventura y qué de pose intelectual, de ambas había bastante, pero primaba la conciencia de dar la batalla que había que dar, la necesidad de participar en el socavamiento del monolito dictatorial, en verdad éramos conscientes de aportar al objetivo común, y en ese camino coincidíamos con los nacionalistas catalanes y vascos.
Pronto tomé conciencia de mi no adscripción al marxismo, demasiado sectario y dogmático, pero tampoco a los partidos de derecha,que percibía como colaboradores necesarios en la explotación de las clases medias y bajas en nuestro sistema capitalista. Mi crisis, mi “desencanto”, vino a coincidir con mi entrada en la Universidad, donde dediqué mis últimos esfuerzos políticos a la campaña en pro de la Constitución de 1978, ya sin  vinculación a partido político alguno.
En la primavera del 79 un vecino que jamás se había metido en líos de política durante la dictadura me abordo durante la campaña de las Municipales, preguntándome por  qué abandonaba la política “ahora que venimos los buenos”, en un destello de lucidez le respondí que yo no era más que un aficionado y que llegaba la hora de los políticos profesionales.
Alguien me ha dicho recientemente que quizá fue un error dejar la política en ese momento y puede que tenga razón, pero también es cierto que fueron aquellas generaciones que se incorporaron a la política con la democracia las que empezaron muy pronto a pervertir el modelo parlamentario hacia un modelo partitocrático y al menos estando fuera, yo me libre de ese vicio, que quizás desde dentro no hubiera podido combatir…o quizá si.
Pasaron años ejerciendo de espectador político, escandalizándome de vez en cuando, la reforma constitucional para politizar el Poder Judicial es la primera causa que recuerdo de mi escándalo, el GAL es otra, la atrofia del Senado también, pero seguía sin haber un partido en el que insertarme.
Las causas de escándalo se amontonaban, la evidencia del pensamiento único, de la política única y sobre todo el egoísmo siempre insatisfecho de los nacionalistas me llevaron de nuevo a tomar conciencia de que no era suficiente con quejarse en la cafetería, la barbería o el taller del coche. Había que militar de nuevo y me puse a buscar partido activamente, al poco de comenzar mis investigaciones di con la página web de UPyD, me leí el Manifiesto, el Programa y finalmente los Estatutos, para mi sorpresa aquello abarcaba mis inquietudes en un 99%.
El primer contacto personal con alguien del partido en la organización de Andalucía lo tuve el mismo día en que, por sorpresa, se presentaron mi Consejero Delegado y el Jefe de Personal a despedirme sin previo aviso, como causa adujeron la crisis que ya afectaba a los mercados auxiliares de la construcción, corría el año 2008.
Entonces la lucha por la subsistencia se antepuso por un tiempo a la lucha política, aunque acabé por afiliarme, mi actividad era escasa, tan solo éramos dos militantes en la localidad donde vivía. La mayor actividad de la organización donde vivo hoy y el descubrimiento de que puedo ser útil con mis artículos, me han llevado a una “militancia” más activa ahora que “sólo” puedo ser simpatizante, puesto que la situación de paro persiste y no cuento con ingresos suficientes para distraer ni la mínima cantidad que se pide a los parados para mantener la condición de militante.
España me necesita, España me duele, tengo que ayudar en la construcción de la “Tercera España”, la España de ciudadanos libres e iguales, de españoles sin complejos, de españoles europeos, la España homologada con las democracias europeas, la España intrasolidaria y exosolidaria, la España respetada, la España dinámica, la España libre de servidumbres nacionalistas, la España libre de las herencias carlistas y del somatén, la España de la Pepa y de la Transición y no del “vivan las cadenas”.
Decía Julián Marías: “Lo que más me inquieta es que en España todo el mundo se pregunta: ¿Qué va a pasar? Casi nadie se pregunta: ¿Qué vamos a hacer?" (“Epílogo en diciembre de 1975”. En J. Marías, “La España real”, Espasa). Hoy Marías apoyaría a UPyD, como lo hacen Pombo, Vargas Llosa y Sabater expresamente y otros que no queriendo comprometer su independencia –o por otros motivos menos confesables- no se adscriben pero asumen o apoyan los mismos postulados –cada día es más manifiesta esta actitud en los artículos de opinión de la prensa de todas las tendencias.
Hoy somos bastantes los que hemos dado un paso más de lo que pedía Marías, ya no nos preguntamos qué vamos a hacer, sino que proclamamos lo que es imprescindible hacer, cada día somos más numerosos, cada día somos más audibles –a pesar del oligopolio periodístico y del ninguneo de los partidos mayoritarios- pero tenemos que aspirar a ser decisivos, transformando la mayoría social en mayoría política, convenciendo a la mayoría silenciosa que su voto decide, que no están condenados al adocenamiento del PPSOE, que no tenemos por qué claudicar ante las fuerzas centrífugas, ante los egoísmos periféricos. Que somos más. Que lo que pedimos es justo, que casi todo lo que propugnamos es de Primero de Democracia:
Reforma electoral;
División de Poderes;
Igualdad ante la Ley;
Regeneración democrática;
Reforma de la Administración;
Unidad frente al terrorismo;
Todo ello muy elemental, y siendo así ¿Porqué reaccionan tan vehementemente contra UPyD?
Pues precisamente porque les dejamos con las vergüenzas al aire, porque en treinta y tantos años han sido incapaces de desarrollar la democracia que les permitía la Constitución y en su lugar han institucionalizado una partitocracia endogámica, saltándose a menudo la propia Constitución, "derogándola" mediante Estatutos de Autonomía, soslayándola y reformándola en detrimento de la democracia, desistiendo de la aplicación de las Sentencias si les suponía un enfrentamiento con los nacionalistas, etc. Por eso hoy por hoy son unánimes a la hora de votar negativamente las propuestas de UPyD, ni siquiera tienen que estudiar la viabilidad o coherencia de tales propuestas, incluso después de vetarlas pueden ellos proponer otras afines o parecidas, pero sin la paternidad de UPyD.
Un agravio más para los partidos del stablishment,UPyD es el único partido al que el Tribunal de Cuentas no puede reprender por alguna irregularidad en sus presupuestos electorales, en otro país esto sería motivo de escándalo, aquí no, de tal manera está instalada la cultura del “pizzo”.

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