Confesiones
Tendría yo la edad en la que se transita de la pubertad a la
adolescencia. Mi pobre conocimiento –escolar- de la historia; mis lecturas –un batiburrillo
de Kant a Sartre pasando por Marx, Descartes, Rousseau, Gramsci, Hegel y otros-;
mi desengaño religioso y mi admiración por los mártires; mi aspiración de
justicia universal; mi desafío a la autoridad, todo ello, con sus
incongruencias, junto a mi enorme fe en el género humano me llevaron a militar
contra la dictadura.
Aún hoy es difícil discernir qué tenía de aventura y qué de
pose intelectual, de ambas había bastante, pero primaba la conciencia de dar la
batalla que había que dar, la necesidad de participar en el socavamiento del monolito
dictatorial, en verdad éramos conscientes de aportar al objetivo común, y en
ese camino coincidíamos con los nacionalistas catalanes y vascos.
Pronto tomé conciencia de mi no adscripción al marxismo,
demasiado sectario y dogmático, pero tampoco a los partidos de derecha,que percibía como colaboradores necesarios en la explotación de las clases medias y bajas en
nuestro sistema capitalista. Mi crisis, mi “desencanto”, vino a coincidir con
mi entrada en la Universidad, donde dediqué mis últimos esfuerzos políticos a
la campaña en pro de la Constitución de 1978, ya sin vinculación a partido político alguno.
En la primavera del 79 un vecino que jamás se había metido
en líos de política durante la dictadura me abordo durante la campaña de las
Municipales, preguntándome por qué
abandonaba la política “ahora que venimos los buenos”, en un destello de
lucidez le respondí que yo no era más que un aficionado y que llegaba la hora
de los políticos profesionales.
Alguien me ha dicho recientemente que quizá fue un error
dejar la política en ese momento y puede que tenga razón, pero también es
cierto que fueron aquellas generaciones que se incorporaron a la política con
la democracia las que empezaron muy pronto a pervertir el modelo parlamentario
hacia un modelo partitocrático y al menos estando fuera, yo me libre de ese
vicio, que quizás desde dentro no hubiera podido combatir…o quizá si.
Pasaron años ejerciendo de espectador político, escandalizándome
de vez en cuando, la reforma constitucional para politizar el Poder Judicial es
la primera causa que recuerdo de mi escándalo, el GAL es otra, la atrofia del
Senado también, pero seguía sin haber un partido en el que insertarme.
Las causas de escándalo se amontonaban, la evidencia del
pensamiento único, de la política única y sobre todo el egoísmo siempre insatisfecho
de los nacionalistas me llevaron de nuevo a tomar conciencia de que no era
suficiente con quejarse en la cafetería, la barbería o el taller del coche.
Había que militar de nuevo y me puse a buscar partido activamente, al poco de
comenzar mis investigaciones di con la página web de UPyD, me leí el Manifiesto,
el Programa y finalmente los Estatutos, para mi sorpresa aquello abarcaba mis
inquietudes en un 99%.
El primer contacto personal con alguien del partido en la
organización de Andalucía lo tuve el mismo día en que, por sorpresa, se
presentaron mi Consejero Delegado y el Jefe de Personal a despedirme sin previo
aviso, como causa adujeron la crisis que ya afectaba a los mercados auxiliares
de la construcción, corría el año 2008.
Entonces la lucha por la subsistencia se antepuso por un
tiempo a la lucha política, aunque acabé por afiliarme, mi actividad era
escasa, tan solo éramos dos militantes en la localidad donde vivía. La mayor
actividad de la organización donde vivo hoy y el descubrimiento de que puedo
ser útil con mis artículos, me han llevado a una “militancia” más activa ahora
que “sólo” puedo ser simpatizante, puesto que la situación de paro persiste y
no cuento con ingresos suficientes para distraer ni la mínima cantidad que se
pide a los parados para mantener la condición de militante.
España me necesita, España me duele, tengo que ayudar en la
construcción de la “Tercera España”, la España de ciudadanos libres e iguales,
de españoles sin complejos, de españoles europeos, la España homologada con las
democracias europeas, la España intrasolidaria y exosolidaria, la España
respetada, la España dinámica, la España libre de servidumbres nacionalistas,
la España libre de las herencias carlistas y del somatén, la España de la Pepa
y de la Transición y no del “vivan las cadenas”.
Decía Julián Marías: “Lo que más me inquieta es que en España
todo el mundo se pregunta: ¿Qué va a pasar? Casi nadie se pregunta: ¿Qué vamos
a hacer?" (“Epílogo en diciembre de 1975”. En J. Marías, “La España real”, Espasa).
Hoy Marías apoyaría a UPyD, como lo hacen Pombo, Vargas Llosa y Sabater
expresamente y otros que no queriendo comprometer su independencia –o por otros
motivos menos confesables- no se adscriben pero asumen o apoyan los mismos
postulados –cada día es más manifiesta esta actitud en los artículos de opinión
de la prensa de todas las tendencias.
Hoy somos bastantes los que hemos dado un paso más de lo que
pedía Marías, ya no nos preguntamos qué vamos a hacer, sino que proclamamos lo
que es imprescindible hacer, cada día somos más numerosos, cada día somos más
audibles –a pesar del oligopolio periodístico y del ninguneo de los partidos
mayoritarios- pero tenemos que aspirar a ser decisivos, transformando la
mayoría social en mayoría política, convenciendo a la mayoría silenciosa que su
voto decide, que no están condenados al adocenamiento del PPSOE, que no tenemos
por qué claudicar ante las fuerzas centrífugas, ante los egoísmos periféricos.
Que somos más. Que lo que pedimos es justo, que
casi todo lo que propugnamos es de Primero de Democracia:
Reforma electoral;
División de Poderes;
Igualdad ante la Ley;
Regeneración democrática;
Reforma de la Administración;
Unidad frente al terrorismo;
Todo ello muy elemental, y siendo así ¿Porqué reaccionan tan
vehementemente contra UPyD?
Pues precisamente porque les dejamos con las vergüenzas al
aire, porque en treinta y tantos años han sido incapaces de desarrollar la
democracia que les permitía la Constitución y en su lugar han institucionalizado
una partitocracia endogámica, saltándose a menudo la propia Constitución, "derogándola" mediante Estatutos de Autonomía, soslayándola y reformándola en
detrimento de la democracia, desistiendo de la aplicación de las Sentencias si
les suponía un enfrentamiento con los nacionalistas, etc. Por eso hoy por hoy
son unánimes a la hora de votar negativamente las propuestas de UPyD, ni
siquiera tienen que estudiar la viabilidad o coherencia de tales propuestas,
incluso después de vetarlas pueden ellos proponer otras afines o parecidas,
pero sin la paternidad de UPyD.
Un agravio más para los partidos del stablishment,UPyD es el único partido al que el Tribunal de Cuentas no puede reprender por
alguna irregularidad en sus presupuestos electorales, en otro país esto sería
motivo de escándalo, aquí no, de tal manera está instalada la cultura del “pizzo”.
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