sábado, 20 de octubre de 2012

Tópicos, civismo y contrapoderes



Tópicos, civismo y contrapoderes


Yo crecí, incluso vi crecer mi barba, pensando que los países nórdicos eran un oasis de tolerancia, que los catalanes eran los más europeos de entre los españoles y que los suizos eran la gente más cívica del mundo mundial, o lo que es lo mismo, crecí con un gran complejo de inferioridad.
He tenido la oportunidad de conocer suecos en posición de preeminencia laboral sobre mí, he tenido daneses como vecinos, hoy tengo una vecina suiza pared con pared, tengo ejemplos de todos ellos que negarían aquellas ideas preconcebidas, prejuicios positivos, tópicos al fin y al cabo; y los separatistas catalanes demuestran su ombliguismo un día sí y otro también. No hay excepciones por nacionalidad, todos podemos llegar a ser verdaderamente desagradables.
Durante mi vida he podido constatar empíricamente que el ser humano situado en posición de preponderancia o “liberado” de sus frenos legales y/o morales puede ser -y de hecho suele ser- cruel, que basta la espuria motivación del sentimiento de superioridad para que se deje tentar por el demonio de la actitud dominante, condescendiente o abiertamente.
Recuerdo ahora la experiencia de aquella víctima de la tortura institucionalizada argentina que nunca reconoció en su torturador habitual –siempre padecía las “sesiones” encapuchado- a aquel vecino con el que siempre se había llevado  bien y del que tenía buena opinión, y que al ser encargado por sus superiores jerárquicos de la innoble tarea, descubrió una verdadera vocación para ejercer de torturador y un extraño placer en hacer sufrir anónimamente a su amigo. El torturado, años después, seguía sin comprenderlo, le atormentaba más saber quién le había infligido aquel dolor que el recuerdo del dolor mismo.
Qué son los integristas musulmanes capaces de disparar sobre una indefensa niña, sino hombres que se han desembarazado de sus frenos morales a través de una creencia religioso/política, que se arrogan el derecho al uso de la violencia contra cualquiera al que consideren su enemigo, qué los etarras que han asesinado a más de ochocientas personas en nombre de la “sacrosanta” causa, para imponer su modelo totalitario de sociedad.
Pero sin necesidad de llegar al asesinato ni a la tortura hay actitudes execrables que sufrimos cotidianamente.
Él que ocupa el carril izquierdo de la autovía y lo “toma” por la fuerza de su motor y nos conmina a abandonarlo con largas rafagas de sus potentes faros y circulando muy por encima del límite de velocidad, nos está avasallando.
Él que nos trata displicentemente desde su puesto de trabajo, como ciertos funcionarios o ciertos cajeros de banca. Ése, nos está menospreciando.
¿Se han preguntado alguna vez por qué aguantamos pacientemente media hora de cola en un banco donde vamos a entregar dinero, pero nos enervamos si el camarero del bar de al lado tarda dos minutos en ponernos el café?
¿Por qué somos tan condescendientes con aquellos a los que concedemos el rol importante y tan exigentes con aquellos a los que colocamos en el rol accesorio?
¿No sería más justo juzgar a cada persona por sus actos y no por su posición?
Hay políticos corruptos, que ponen el cazo, se llevan mordidas, aceptan regalos o exigen el “pizzo”, a veces la justicia les encausa, a veces incluso les condena (si antes no ha prescrito el delito, cosa que ocurre con demasiada frecuencia), los partidos (PP,PSOE y CiU), incluyéndoles en sus listas electorales, se hacen cómplices de su corrupción y consuetudinariamente cada gobierno nuevo indulta a los condenados de los “otros” partidos. Sólo esta actitud, sin más exigencias debería ser motivo sobrado para castigar sin el voto a esos partidos, que sin embargo siguen ganando elecciones, a veces incluso a través del propio corrupto, que una vez condenado tiene que dimitir de su cargo.
Como se puede ver los electores no castigan esta actitud, tenemos el mayor fenómeno de “voto duro” de Europa, caciques, miembros de familias que gobiernan diputaciones durante varias generaciones atravesando la historia política española desde la república hasta hoy pasando por la dictadura.
Las malas experiencias vitales no me han generado prejuicios contra los nórdicos, ni contra los suizos –y bien sabe dios que es la peor vecina que se puede desear-, no podemos permitirnos generar prejuicios tampoco contra la función de político porque unos, aunque sean muchos, nos decepcionen, nos malgobiernen o nos hurten, la democracia, aunque sea una tan imperfecta, es la única senda transitable, mejorémosla, regenerémosla y exijamos la depuración de responsabilidades.
Todos estos ejemplos me sirven para señalar la necesidad de límites, frenos en unos casos morales, en otros legales. El principal límite a la corrupción es la contraposición de poderes. Si la libre concurrencia de partidos se limita a un auténtico “cártel de oferta”; si en lugar de dividir los poderes se reparten por cuotas, si los gobiernos controlan las televisiones públicas, las Cajas de Ahorro y la mayoría de los periódicos -la Generalidad de Cataluña es paradigmática en esto último- se produce una “confusión de poderes” donde lo menos que se puede decir es que casi nadie controla a casi nadie.
No seamos condescendientes, seamos exigentes con aquellos a quienes ponemos en situación de preponderancia, y si no nos gusta lo que hacen, recuerden: “Busque, compare y si encuentra algo mejor ¡Cómprelo!” (*).
(*)Slogan de la marca de detergente Colón, anunciado por Manuel Luque.

No hay comentarios:

Publicar un comentario