El petróleo del país (vasco) y los perversos narcisistas
“El petróleo del País,
así es como el Sr Urkullu ha llamado al Concierto Vasco, y no le falta razón en
el símil, igual que el petróleo vierte caudales de divisas en las arcas de los
tesoros de los estados de la OPEP, así los impuestos pagados por el resto de
españolitos, y sobre todo, los dejados de pagar por Ajuria Enea al Tesoro
español, han permitido a la Comunidad Autónoma Vasca soslayar la crisis, al
menos mucho mejor que las demás CC.AA. –excepción hecha de Navarra y por
análogo motivo-. Y todo ello después de un tercio de siglo de gasto “identitario”
igual o mayor al catalán, sosteniendo privilegios para sus funcionarios que,
lógicamente, hubiera sido imposible generalizar y proporcionando servicios que
en otros lugares no se dan en la misma calidad o cuantía.
El Sr Urkullu reconoce con esta afirmación que su privilegio
fiscal es el fundamento de la prosperidad vasca, a esto es a lo que el Sr Mas
se quería apuntar.
Ahora es cuando tengo que explicar la perplejidad moral que
me produce que señores tan leídos y tan “escribidos” -y tan demócratas- tengan este tipo de comportamiento en el que consideran normal exigir un
privilegio que otros no pueden disfrutar y argumentar con falsas razones la justicia
de tal privilegio. No soy ningún experto Psicólogo, pero la única explicación que
encuentro hay que buscarla en este orden de cosas.
He aquí el retrato de un perverso narcisista: El perverso da muy
poco y pide mucho. Nunca está satisfecho, y si la víctima expresa su
descontento o se queja, aparecen las amenazas de abandono y ataque. Pero si la
víctima se queda tranquila y dócil, puede permanecer un tiempo “en paz”. Esto
va generando un estrés permanente. El perverso le niega a la víctima el derecho
a ser oída y cuando habla, adopta un tono frío, la mayoría de las veces sin
elevar su voz y su discurso es moralizador, distante e irónico. Una y otra vez le dirá que no vale nada,
que no hizo nada, que nadie la quiere, hasta que la víctima se lo cree. Pero no
es sólo el ataque a su autoestima, también descalifica a sus amigos, a su
familia, a su trabajo, a su pueblo natal, a su historia.
No
existe, desde su mundo, ni respeto ni compasión por el “otro”, éste sólo existe
en la medida en que pueda utilizarlo para manipular (cosa que hacen a la
perfección) y mantenerlo en una posición de dependencia.(*)
La
similitud con nuestra realidad política es desasosegante, en realidad esta actitud
perversa encaja perfectamente con la estrategia comunitarista, los líderes de
las sectas nacionalistas han desarrollado esta forma de relación parasitaria en
la cual ellos buscan siempre sacar beneficio y presentarse como las víctimas,
tanto da si para ello tienen que cambiar la historia medieval como si tienen
que hacer pasar la financiación normal, incluso ventajosa, de una C.A. como un
expolio.
Un
parasitismo cuyas principales víctimas ideológicas son los partidos de
izquierda de Cataluña, que para resultar agradables a los ojos de quién da la
patente de Partido Catalán se han mimetizado en catalanistas hasta el punto de
reivindicar la asimetría, faltando a la justicia, a la igualdad y a sus
principios de izquierda con tal de resultar homologables, se han “creído” el
discurso del perverso y su autoestima está por los suelos.
Pero
¿Cómo se combate esta agresión?
Primero
dándose cuenta de la agresión, después con la Ley, con la razón, con un “mentís”
rotundo y sonoro cuando proceda.
Con la Ley: exigiendo la aplicación efectiva de las normas y
sentencias que hoy en día se vulneran con el permiso tácito del poder central.
Con la razón y con un “mentís”: a cada ocasión en que reinventen la
historia o exijan un privilegio.
Pero
esto sólo no sería suficiente porque
ellos ya han construido su verdad inmutable, su historia épica, se han cargado
de SU razón.
¿Qué más nos queda?
Nos queda la fuerza, que nadie se escandalice, me refiero a la fuerza
perfectamente democrática del número y del voto. Una simple reforma de la
L.O.R.E.G. -o una reforma o iniciativa constitucional- mermaría de manera
decisiva su constante preeminencia en las Cortes, donde dejarían de ser
imprescindibles para el partido del Gobierno cuando no hay mayoría absoluta y
acto seguido una derogación de la normativa autonómica en materia electoral con
cambio constitucional si fuese preciso
.
(*)”El maltrato por un
perverso narcisista”. Por María Braganza. En la página web de la UNED.
No hay comentarios:
Publicar un comentario