lunes, 1 de octubre de 2012



El petróleo del país (vasco) y los perversos narcisistas


 “El petróleo del País, así es como el Sr Urkullu ha llamado al Concierto Vasco, y no le falta razón en el símil, igual que el petróleo vierte caudales de divisas en las arcas de los tesoros de los estados de la OPEP, así los impuestos pagados por el resto de españolitos, y sobre todo, los dejados de pagar por Ajuria Enea al Tesoro español, han permitido a la Comunidad Autónoma Vasca soslayar la crisis, al menos mucho mejor que las demás CC.AA. –excepción hecha de Navarra y por análogo motivo-. Y todo ello después de un tercio de siglo de gasto “identitario” igual o mayor al catalán, sosteniendo privilegios para sus funcionarios que, lógicamente, hubiera sido imposible generalizar y proporcionando servicios que en otros lugares no se dan en la misma calidad o cuantía.
El Sr Urkullu reconoce con esta afirmación que su privilegio fiscal es el fundamento de la prosperidad vasca, a esto es a lo que el Sr Mas se quería apuntar.
Ahora es cuando tengo que explicar la perplejidad moral que me produce que señores tan  leídos y tan “escribidos” -y tan demócratas- tengan este tipo de comportamiento en el que consideran normal exigir un privilegio que otros no pueden disfrutar y argumentar con falsas razones la justicia de tal privilegio. No soy ningún experto Psicólogo, pero la única explicación que encuentro hay que buscarla en este orden de cosas.
He aquí el retrato de un perverso narcisista: El perverso da muy poco y pide mucho. Nunca está satisfecho, y si la víctima expresa su descontento o se queja, aparecen las amenazas de abandono y ataque. Pero si la víctima se queda tranquila y dócil, puede permanecer un tiempo “en paz”. Esto va generando un estrés permanente. El perverso le niega a la víctima el derecho a ser oída y cuando habla, adopta un tono frío, la mayoría de las veces sin elevar su voz y su discurso es moralizador, distante e irónico. Una y otra vez le dirá que no vale nada, que no hizo nada, que nadie la quiere, hasta que la víctima se lo cree. Pero no es sólo el ataque a su autoestima, también descalifica a sus amigos, a su familia, a su trabajo, a su pueblo natal, a su historia.
No existe, desde su mundo, ni respeto ni compasión por el “otro”, éste sólo existe en la medida en que pueda utilizarlo para manipular (cosa que hacen a la perfección) y mantenerlo en una posición de dependencia.(*)
La similitud con nuestra realidad política es desasosegante, en realidad esta actitud perversa encaja perfectamente con la estrategia comunitarista, los líderes de las sectas nacionalistas han desarrollado esta forma de relación parasitaria en la cual ellos buscan siempre sacar beneficio y presentarse como las víctimas, tanto da si para ello tienen que cambiar la historia medieval como si tienen que hacer pasar la financiación normal, incluso ventajosa, de una C.A. como un expolio.
Un parasitismo cuyas principales víctimas ideológicas son los partidos de izquierda de Cataluña, que para resultar agradables a los ojos de quién da la patente de Partido Catalán se han mimetizado en catalanistas hasta el punto de reivindicar la asimetría, faltando a la justicia, a la igualdad y a sus principios de izquierda con tal de resultar homologables, se han “creído” el discurso del perverso y su autoestima está por los suelos.
Pero ¿Cómo se combate esta agresión?
Primero dándose cuenta de la agresión, después con la Ley, con la razón, con un “mentís” rotundo y sonoro cuando proceda.
Con la Ley: exigiendo la aplicación efectiva de las normas y sentencias que hoy en día se vulneran con el permiso tácito del poder central.
Con la razón y con un “mentís”: a cada ocasión en que reinventen la historia o exijan un privilegio.
Pero esto sólo no sería suficiente  porque ellos ya han construido su verdad inmutable, su historia épica, se han cargado de SU razón.
¿Qué más nos queda?
Nos queda la fuerza, que nadie se escandalice, me refiero a la fuerza perfectamente democrática del número y del voto. Una simple reforma de la L.O.R.E.G. -o una reforma o iniciativa constitucional- mermaría de manera decisiva su constante preeminencia en las Cortes, donde dejarían de ser imprescindibles para el partido del Gobierno cuando no hay mayoría absoluta y acto seguido una derogación de la normativa autonómica en materia electoral con cambio constitucional si fuese preciso

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 (*)”El maltrato por un perverso narcisista”. Por María Braganza. En la página web de la UNED.

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