jueves, 11 de octubre de 2012



Torpezas


El Ministro Wert viene de declarar que pretende la españolización de los alumnos catalanes, vaya por delante que ese es un objetivo -el del amor por lo propio- que sería perfectamente loable y compartido en la inmensa mayor parte de los países de nuestro entorno, también hay que afirmar que para un Ministerio de Educación es -o al menos debería ser- una aspiración muy razonable, sin que ello tenga que repercutir en un menoscabo del sentimiento catalanista, al menos como yo lo concibo.
En la educación francesa, pongo por caso, desde el Ministerio se insiste en que la meta prioritaria del sistema educativo francés es la formación del alumno en los Principios Republicanos, término este último que nuestros vecinos del norte utilizan prácticamente como sinónimo de “democráticos”, aunque, en cierta forma, engloben también “la fierté” (orgullo) de ser francés, e incluso una cierta idea de “la grandeur” (grandeza) -la importancia histórica e internacional de Francia-.Estos objetivos, lejos de ocultarse en los programas académicos, son perfectamente explícitos y muy extensamente compartidos por la población francesa de un extremo al otro del abanico de opciones políticas.
Es necesario recordar que las susodichas declaraciones del Sr Wert están hechas claramente en respuesta a otras anteriores de la Consejera de Educación de la Generalidad de Cataluña, la cual venía a acusar al Ministro de querer españolizar a los alumnos catalanes y añadía –y aquí está el meollo del asunto- “es lo contrario de lo que yo quiero”, es decir reconocía que ella deseaba la catalanización de los alumnos, en mi opinión éste es el verdadero escándalo, pero nadie recrimina ni critica esta afirmación, es decir se acepta como normal la actitud de la Consejera catalana mientras la del Ministro levanta un torrente de acusaciones.
Es destacable –y reprochable- que el PSOE aproveche para pedir la reprobación del Ministro, cuando debería hacer crítica –y autocrítica- de la dejadez que en materia educativa –como en tantas otras- ha permitido a los sucesivos gobiernos catalanes ir desmontando el sentimiento español a través de la enseñanza (véase mi anterior artículo “De aquellos polvos vienen estos lodos”).
Si de algo se puede acusar al Ministro Wert es de excesiva franqueza, cuando tenía muy fácil desmontar las afirmaciones de la Srª Rigau por ventajistas. Esta torpeza que ha demostrado el Ministro de Educación viene a sumarse a las de la Srª Vicepresidenta del Gobierno y del Sr Ministro de Justicia cuando han querido reaccionar al ímpetu independentista; de “capricho” a calificado aquella las ansias secesionistas, mientras que el Sr Gallardón advertía que la “hipotética independencia de Cataluña” supondría también la salida de España del €uro, ambos tipos de declaraciones parecen más adecuados para dar munición al adversario en la discusión que para argumentar en contra de las tesis independentistas.
Volviendo a la cuestión, la misma naturaleza del litigio evidencia la necesidad de recuperar la educación para el catálogo de las competencias estatales, para que todos los españoles estudien la misma historia, pero también para garantizar la igualdad de oportunidades y colaborar de camino en la necesaria cohesión entre españoles. Porque hoy nos enfrentamos -entre otras cosas y con otras causas- a las consecuencias de siete lustros de educación autonómica catalana que ha contribuido indudablemente al independentismo entre los jóvenes que no pueden tener memoria de la dictadura. 

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